Nada, ni nadie.


No somos nada, no somos nadie. Únicamente dos desconocidos, que nunca se habían visto antes. Solo queda eso de ese  ‘nosotros’. No quedan más que recuerdos rotos y destruidos por el paso del tiempo, por todas esas lágrimas desbordadas como un rio. Débiles caímos como un castillo de naipes. Así, sin más. Sin ese último esfuerzo que pudiera cambiar algo, que nos pudiera ayudar. Ya no nos quedaban fuerzas para nada. Soñábamos despiertos con que todo se solucionara pero no hicimos nada para remediarlo.

2 comentarios:

Irene dijo...

Impactante el texto, es la primera vez que me paso por este blog y quizás hable sin saber; piensa que si ya no es cómo antes es por algo, que las cosas pasan, y si el destino quiere voleréis, o no.
Ya te sigo^^

Anónimo dijo...

Ana me ha encantado, cada vez que leo tu blog me emociono y me inspira muchísimo.
Miles de besos,
xoxo -Ángela
http://nubesd.blogspot.com.es/